El asedio de Troya

Una novela de Theodor Kallifatides

«Tenía quince años y estaba enamorado de mi profesora. Corría 1945, comienzos de abril. Mi aldea llevaba ocupada por el ejército alemán desde 1941, igual que toda Grecia. Durante esos años la escuela no funcionaba. Los dos maestros -uno de los cuales era mi padre- habían sido cesados por los alemanes y no vino sustituto alguno. No sabíamos si vivía o si estaba ya muerto. Mamá lloraba por las noches y cuidaba de mí y de la casa por el día. Éramos solo dos, éramos mamá y yo.

Un abogado jubilado impartía ocasionalmente clases de historia y griego. No en la escuela, puesto que los alemanes la habían convertido en un cuartel. Nos veíamos alguna vez en su casa y más a menudo en su café de la plaza por las tardes, después de la siesta, cuando el abogado trataba de resucitar con varios cafés que tomaba «pesados, sin burbujas», es decir, sin azúcar y bien removidos. No es fácil precisar qué aprendimos en aquellas clases, pero nos volvimos unos ases con las cartas.

La Señorita llegó una de esas tardes en el autobús procedente de Atenas. La recibió el alcalde. Era una mujer joven, delgada como un haz de luz, si bien iba vestida de negro de la cabeza a los pies. Estaba perdidamente enamorado, por extraño que pueda sonar. Se trataba de la nueva maestra. Y eso era una buena señal. La vida volvería a la normalidad. Pero no para todos. Para mí significaba que probablemente papá ya no volvería jamás y me preparaba para la llegada de más noches aún de insomnio, con mamá sollozando en la habitación de al lado.»

El asedio de Troya es una novela y, al mismo tiempo, es un recuento de La Iliada: un relato en el que una joven maestra recurre al poder duradero del mito para ayudar a sus estudiantes a sobrellevar la pesadilla de la ocupación nazi.

Theodor Kallifatides, escritor sueco de origen griego, se atreve a redactar una versión modernizada de La Iliada en la que minimiza el papel de los dioses y profundiza en la mentalidad de los héroes mortales. La epopeya de Homero cobra vida con una urgencia renovada en la voz de una joven maestra y en los oídos de un adolescente de quince años.

«Ya desde mis años en el instituto, La Iliada me ha despertado fantasía y admiración. A mi modo de ver , es uno de los más firmes poemas antibelicistas jamás escritos. Por eso a muchísimas personas les resulta difícil leerlo. No es culpa de las traducciones. Es culpa de que en nuestros tiempos no se nos estimula ni se nos prepara para la exigente lectura que brinda La Iliada. Durante años me pregunté si se podría hacer algo al respecto. Y eso he intentado. ¿Blasfemia? Tal vez. ¿Soberbia? No. No he pretendido reemplazar a Homero de ninguna manera. Tan solo he querido que lo conozca más gente. El lector habrá de juzgar si lo he conseguido».

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