Tres poemas de José Emilio Pacheco

Poeta y ensayista mexicano. Nació en Ciudad de México en 1939 y murió en 2014.
Empezó a brillar desde muy joven en el panorama cultural mexicano, gracias a su dominio de las formas clásicas y modernas y al enfoque universal de su poesía. También cultivó la narrativa, el cuento, la crónica, la traducción y el ensayo.
Entre sus galardones se cuentan: Premio Nacional de Poesía, Premio Nacional de Periodismo Literario, Premio Xavier Villaurrutia en 1996, el Premio Octavio Paz en el año 2003, el Premio Federico García Lorca 2005, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2004, la XVIII edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2009 y el Premio Cervantes en 2009.
De su obra poética se destacan: «Los elementos de la noche» en 1963,  «El reposo del fuego» en 1966, «No me preguntes cómo pasa el tiempo» en 1969, «Irás y no volverás» en 1973,  «Islas a la deriva» en 1976, «Desde entonces» en 1980, «Trabajos en el mar» en 1983, y «El silencio de la luna» poemas de 1985 a 1996.

ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
     es inasible.
Pero (aunque suene mal)
     daría la vida
por diez lugares suyos,
     cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
     fortalezas,
una ciudad deshecha,
     gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
     montañas
-y tres o cuatro ríos.

ANTIGUOS COMPAÑEROS SE REÚNEN

Ya somos todo aquello
contra lo que luchamos a los veinte años.

TARDE O TEMPRANO

                                               Homenaje a Nezahualcoyotl

I
No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
       sólo un instante breve.

También se quiebra el jade
       y rompe el oro
y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.

No tendremos la vida para siempre:
       sólo un instante breve.

II
En el libro del mundo Dios escribe
con flores a los hombres
       y con cantos
les da luz y tinieblas.

Después los va borrando:
       guerreros, príncipes,
con tinta negra los revierte a la sombra

       No somos reyes:
somos figuras en un libro de estampas.

III
Dios no fincó su hogar en parte alguna.
Solo, en el fondo de su cielo hueco,
está Dios inventando la palabra.

¿Alguien lo vio en la tierra?

       Aquí se hastía,
no es amigo de nadie.

Todos llegamos al lugar del misterio.

IV
De cuatro en cuatro nos iremos muriendo
       aquí sobre la tierra.

Somos como pinturas que se borran,
       flores secas, plumajes apagados.

Ahora entiendo este misterio, este enigma:
el poder y la gloria no son nada:
con el jade y el oro bajaremos
       al lugar de los muertos.

De lo que ven mis ojos desde el trono
no quedará ni el polvo en esta tierra.

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