Jovellanos y la fábrica de chocolate

wonka

Boletín de la tarde

El señor Willy Wonka, genio de la fabricación de golosinas, a quien nadie ha visto en los últimos diez años, publica hoy la siguiente noticia:

Yo, Willy Wonka, he decidido permitir que cinco niños —sólo cinco, y ni uno más— visiten mi fábrica este año. Estos cinco afortunados harán una visita guiada personalmente por mí, y se les permitirá conocer todos los secretos y la magia de mi fábrica. Luego, al finalizar la visita, como regalo especial, todos ellos recibirán chocolate y caramelos suficientes para durarles ¡toda la vida! Por tanto, ¡buscad los Billetes Dorados! Cinco Billetes Dorados han sido impresos en papel dorado, y estos cinco Billetes Dorados se han escondido en la envoltura de cinco chocolatinas normales. Estas cinco chocolatinas pueden estar en cualquier sitio —en cualquier tienda de cualquier calle de cualquier país del mundo— sobre cualquier mostrador donde se vendan las golosinas de Wonka. Y los cinco niños afortunados que encuentren estos cinco Billetes Dorados serán los únicos a quienes se les permita visitar mi fábrica y ver ¡cómo es ahora por dentro! ¡Buena suerte para todos, y que tengáis éxito en vuestra búsqueda! (Firmado: Willy Wonka.)

—¡Este hombre está loco! —murmuró la abuela Josephine.

—¡Es un genio! —gritó el abuelo Joe—. ¡Es un mago! ¡Imaginaos lo que ocurrirá ahora! ¡El mundo entero empezará a buscar esos Billetes Dorados! ¡Todos comprarán las chocolatinas de Wonka con la esperanza de encontrar uno!¡Venderá más que nunca! ¡Qué estupendo sería encontrar uno!

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Seguro que reconoces este texto. Sí, es un fragmento de Charlie_y_la_fabrica_de_chocolate del escritor Roald Dahl, del que el pasado 13 de septiembre se cumplió el centenario de su nacimiento. Es casi seguro que has leído algún cuento suyo (de acuerdo, aceptamos las películas…) y la historia de Charlie la conoces. Lo que seguro que no sabes es que el instituto, el Jovellanos…estuvo una vez situado en una auténtica fábrica de chocolate.

La historia tiene muy buena pinta, y si quieres saber más, lo mejor es dejar que siga quien la conoce mejor, que es un profesor de este instituto, Manuel Santiago López Rodríguez, (Manolo Santiago) autor de un libro sobre las sedes del instituto del que vamos a reproducir unos párrafos. Por si quieres saber un poco más, no tienes más que darte una vuelta por el pasillo del salón de actos. Allí están expuestas las maquetas que realizó con sus alumnos cuando preparaba el libro.

 

El segundo traslado. Tercera sede

El Instituto y la fábrica de chocolate

Por fin, después de ocho décadas, se iban a poder completar las tres plantas del proyecto original del Instituto. Había que desmontar el tejado para construir luego dos pisos más. Lógicamente, en esas condiciones era completamente imposible que continuasen las clases en el edificio, por lo que se buscó una sede temporal mientras durasen las obras.

El alcalde, don Alejandro Alvargonzález, por bando de 8 de octubre de 1888 solicita a los vecinos de la villa un local en alquiler para el traslado provisional de las enseñanzas. El edificio elegido estaba situado en el número 11 de la Calle Alfonso XII (en la actualidad Paseo de Begoña). Tenía 398 metros cuadrados de superficie, posibilidad de buena distribución para aulas, despachos y laboratorios y alquiler económico: cuatro mil pesetas al año.

La casa que albergaría temporalmente el Instituto pertenecía al prestigioso empresario Narciso Rodríguez Estrada y fue sede de La Primitiva Indiana, afa­mada fábrica de chocolates. En su buhardilla se encontraba la biblioteca particular de don José Caveda, que siempre apoyó con sus gestiones al Instituto, al que haría una generosísima donación de libros.

La adaptación de los locales a los fines de la enseñanza provocará que el curso 1888-1889 sufra un retraso en su inicio.

Nuestra sorpresa fue mayúscula al descubrir que el edificio del que hablaban las crónicas todavía existía.

Hoy en día se conserva este edificio como sede del Centro Asturiano de la Ha­bana, fundado en 1907 y recientemente absorbido por el Grupo de Cultura Coya­donga, aunque recrecido con cinco alturas más. De hecho, para resaltar dicho re­crecido, los pisos superiores se han pintado con un tono de verde más intenso. Solo hace falta contar las ventanas y los balcones para darse cuenta de que se trata del mismo edificio. Los cambios más significativos respecto al aspecto que tuvo mien­tras fue sede del Instituto son, aparte naturalmente del recrecido, el rasgado de las ventanas de la planta baja hasta el nivel de la calle y la consiguiente desaparición de las ventanas del semisótano.

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Nos hemos dado un estupendo (y dulce) paseo por nuestro pasado, y terminamos con un recuerdo a uno de los Willy Wonka cinematográficos, recientemente fallecido (no os asustéis, Johny Depp está vivito y coleando y dispuesto a salir en la próxima cinta de Tim Burton, seguro). Nos referimos a Gene Wilder, al que puede que conozcas también por su estupendo «Jovencito Frankenstein»…pero eso es ya otra historia.

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